Cuando llegué a la Ciudad de México en 2004, después de casi ocho años de vivir en Quebec y un tiempito en Toulouse, quedé fascinado de la vida urbana de esa maravillosa ciudad. Cerca de dónde temporalmente vivíamos Guéno y yo, rumbo de Mixcoac, encontré un café-internet, mejor dicho, una carnicería-Internet. Se trataba de una carnicería decadente, con un viejo refrigerador con carne y chorizo colgando entre nubes de moscas y poco ventilado. El dueño, había instalado a un lado del mostrador una mesita, una computadora y servicio de internet. No sé si esta escena puede ser considerada como una señal temprana de la transición alimentaria de las ciudades, o de la transición digital, o las dos cosas juntas. El caso es que me viene a la mente ahora que con mi colega y amiga Nora Morales y yo estamos tratando de escribir un artículo sobre las señales débiles o señales tempranas como estrategia para desarrollar sistemas de anticipación de las ciudades.
En otras publicaciones de este Blog he tratado el asunto del futuro, de los escenarios, y de las señales débiles. Nora y yo decidimos que para ilustrar mejor la noción de señal débil deberíamos analizar dos o tres estudios de caso de innovaciones o cambios experimentados en las ciudades. Finalmente nos lanzamos desde una estrategia retrospectiva el análisis de las trayectorias de señales débiles de tres casos: 1) sistema de bicicletas compartidas, 2) los espacios de coworking, 3) y la emergencia de “las cocinas fantasmas”.
Les adelanto unas ideas sobre el contenido de lo que estamos trabajando Nora y yo. Recordemos que las señales débiles, o señales tempranas son “signos tempranos de cambios posibles, pero no confirmados que pueden producirse posteriormente. Se convierten en indicadores más significativos de fuerzas críticas para el desarrollo, amenazas, negocios e innovación técnica. Representan los primeros signos de cambios de paradigma, o tendencias futuras, impulsores o discontinuidades” (Saritas & Smith, 2011). Las señales débiles nos presentan tres problemas: su identificación, su trazabilidad y su interpretación.
Sistemas de bicicletas compartidas (SBC)
Durante sus primeros años de lucha, el movimiento del activismo ciclista revindicó principalmente tres asuntos: seguridad vial, salud y ecología. El slogan «Más ciclistas, menos contaminación» ilustra bien las demandas de los activistas de la bicicleta en la Ciudad de México en los años 80 y 90 (y de todo el mundo). Pero el movimiento ciclista por sí solo no explica la emergencia y consolidación de los SBC. Las primeras señales débiles aparecen durante los años 60. De hecho, el primer sistema de bicicletas compartidas registrado es de 1965 en Ámsterdam con el experimento de 50 bicicletas blancas distribuidas libremente en el espacio público.
Para entender la emergencia de los SBC hay que ubicarlo en el proceso de desarrollo de la ciudad neoliberal y empresarial. La historia de los SBC ilustra bien una serie de fracasos y dificultades, que tendrían que ver con el robo de bicicletas, la logística, la adopción social y la integración al sistema de transporte y movilidad de la ciudad. Desde mi punto de vista dos factores permitieron el desarrollo de los SBC; 1) la participación de compañías que vieron un mercado interesante y que aprovecharon de los modelos de PPP para asociarse con las Ciudades, 2) el desarrollo de tecnologías de pago, estaciones, geolocalización del sistema y 3) la creciente movilidad urbana y cambios demográficos y de estilos de vida urbanos. En la actualidad grandes corporaciones globales venden el sistema con llave en mano de SBC. Si bien el sistema ha alcanzado un grado de madurez, las innovaciones en el campo de la movilidad no dejan avanzar.
Espacios de coworking (ECW)
Cerca de casa, en La Roma, demolieron hace un tiempo un lavado de autos, e iniciaron la construcción de un edificio de varios niveles. Siguiendo la tendencia del mercado, era de esperarse un nuevo proyecto de departamentos. De hecho, se trata de un desarrollo de la cadena internacional WorkLab que se dedica al desarrollo de oficinas entras las que están los espacios coworking. Los ECW son una innovación con fecha de nacimiento en 2005 en San Francisco. Sin embargo, podemos trazar algunas señales tempranas algunas décadas antes. La primera tiene que ver con la evolución de los espacios de oficinas pasando al modelo de oficinas abiertas en los años 80. Por otro lado, ya se venía discutiendo los costos económicos y ambientales de los grandes desplazamientos en auto entre lugar de residencia y lugar de trabajo el famoso commuting. Con el desarrollo gradual de las telecomunicaciones y el auge de ¿l trabajo creativo o intenso en conocimiento, se empezó a imaginar la posibilidad del Home Office. Esto cayó bien en tiempos de una demanda de inserción laboral de las mujeres que deja la puerta abierta a poder trabajar desde casa (“sin desatender el cuidado de la familia y trabajo del hogar”).
Es a mitad de los 90 en Londres cuando nace la primera empresa dedicada a rentar por día u hora los servicios de oficinas; las oficinas virtuales. Este tipo de negocio ofrece servicios de telecomunicaciones, copiadoras, secretariado, cafetería, etc. para tener reuniones de trabajo con socios o clientes. El modelo ha funcionado bien para las “start ups” que no está aún en condiciones de pagarse instalaciones de manera regular. Estas innovaciones explican parcialmente la emergencia de los espacios coworking. Existen dos corrientes de los ECW, el modelo neo-corporativo que pone el foco en la rentabilidad de una inversión inmobiliaria a partir de nuevos modos de trabajo. Desde esta corriente existen muchas cadenas globales que se dedican a promociona este tipo de negocio. La otra visión es radicalmente opuesta en el sentido que adopta una serie de valores como “colaboración, apertura, sustentabilidad y comunidad”. Mientras que el primero pone énfasis en el individuo como empresa “el FreeLancer” el segundo busca crear comunidad y la co-creación de beneficios compartidos.
Las cocinas fantasmas (CF)
Hace unas semanas un reportaje en la televisión francesa mostraba la expansión de una nueva modalidad de restaurantes en Paris. Resulta que, a partir del confinamiento y el cierre de espacios de reuniones derivados de las políticas sanitarias, miles de restaurantes, cafés y bares la están pasando muy mal. Al mismo tiempo y como reacción, la entrega a domicilio de alimentos ha aumentado de manera espectacular. Los comercios en general han adoptado estrategias para sobrevivir como la venta de sus productos en la puerta o banqueta de su establecimiento. Los restaurantes que ya tenían la modalidad “comida para llevar” se adaptaron rápido y UBEReats, Deliveroo se convirtieron o socios o parte clave de su negocio.
Lo prolongado que han resultado las políticas restrictivas para muchos negocios durante el 2020 y hasta ahora, han obligado a muchos empresarios de buscar alternativas para salvar sus negocios. Las cocinas fantasmas o cocinas obscuras (ghost kitchens o dark kitchen) son una innovación que se está convirtiendo en tendencia como nuevas modalidades de preparación y venta de alimentos. Se trata de espacios dedicados a la preparación de alimentos que pueden albergar una o varias empresas o puntos de venta, normalmente virtual y que no cuentan con espacios para el consumo en el lugar como mesas o barras. Se trata por un lado de únicamente la entrega a domicilio y por otro lado de negocios que comparten instalaciones, equipo, ingredientes e incluso personal. Con el apoyo de aplicaciones digitales uno puede ordenar a diferentes negocios o franquicias comida tan diversa como pizza, tacos o sushi sin imaginar que todo viene del mismo lugar.
La genealogía de la CF puede rastrearse fácilmente de su primo hermano; los restaurantes con comida para llevar. Pero para entenderlo mejor habrá que asociarlo a la emergencia de la Fast Food, los cambios alimentarios de las grandes ciudades como la comida en solitario, la ampliación de la franja horaria de ingesta, y la diversidad de lugares para comer. De la misma manera que los sistemas de bicicletas compartidas, las tecnologías de comunicación e información hacen posible la consolidación de estas innovaciones. De hecho, hay experimentos que buscan evaluar el uso de autos autónomos o drones para la entrega de alimentos.
Del otro lado de la moneda, podemos encontrar la noción de cocinas compartidas (shared kitchens). Se trata de iniciativas solidarias que atienden problemas de seguridad alimentaria en comunidades tanto urbanas como rurales. Estas iniciáticas, ponen en común una serie de recursos, como equipo, ingredientes, saberes, personal, etc. con el fin de resolver la alimentación de familias en dificultades. Quizás habría que mencionar antes que las cocinas compartidas no se limitan a problemas de seguridad alimentarias, existe igualmente la modalidad con fines de convivencia, y de compartir los placeres culinarios.
De señales débiles, no tan débiles, entre la ciudad compartida y la ciudad corporativa
Una innovación a menudo viene a cambiar un estado de las cosas y eventualmente a perturbar los intereses de ciertos actores. No es de extrañarnos que haya tenciones con regulaciones, con organizaciones, sindicatos, normas o valores de una parte de la sociedad que considera inaceptable o al menos “rara” la innovación. Recordemos los fuertes conflictos que ha provocado en muchas ciudades la incorporación de UBER o de AirBnB. Sin negar las implicaciones negativas que tienes estas dos corporaciones, es interesante observar que se trata de expresiones de lo que se ha denominado la economía colaborativa, entendida como el «intercambio entre pares de acceso a bienes y servicios subutilizados, que prioriza la utilización y la accesibilidad sobre la propiedad» (Kraus, Li, Kang, Westhead, & Tiberius, 2020).
Las ciudades contemporáneas son nichos de negocios basados en la colaboración en diversos sectores como la movilidad, el alojamiento, el turismo, la alimentación, trabajo, reciclaje, energía, finanzas, libros, ropa, herramientas, tecnologías, etc. (Chan & Zhang, 2021). Si bien, muchos de estos nuevos modelos de negocios han generado numerosos empresas y empleos, también ha puesto en crisis a otros sectores. Por otro lado, y quizás como reacción a las tendencias corporativas de las ciudades, las iniciativas solidarias en las ciudades se han multiplicado y diversidad mostrando una gran inventiva. Una compilación de estas iniciativas muestra que tanto en campos de la vivienda con cooperativas de vivienda (cooperativas de vivienda, alojamiento provisional), La movilidad (Car sharing escolar), Alimentación (Banco alimentarios comunitarios, huertos comunitarios),el trabajo (FabLabs), Energía (Cooperativas de energías renovables), Desechos (Compostas comunitarias, Cero-desechos, Café-reparación), Ciencia y Tecnología (Ciencia Ciudadana, Ciencia Abierta, Open-Source Data), y otros más (Shareable, 2018).
Bibliografía
Chan, J. K. H., & Zhang, Y. (2021). Sharing Space: Urban Sharing, Sharing a Living Space, and Shared Social Spaces. Space and Culture, 24(1), 157–169. https://doi.org/10.1177/1206331218806160
Kraus, S., Li, H., Kang, Q., Westhead, P., & Tiberius, V. (2020). The sharing economy: a bibliometric analysis of the state-of-the-art. International Journal of Entrepreneurial Behaviour and Research, 26(8), 1769–1786. https://doi.org/10.1108/IJEBR-06-2020-0438
Saritas, O., & Smith, J. E. (2011). The Big Picture-trends, drivers, wild cards, discontinuities and weak signals. Futures, (43), 292–312. https://doi.org/10.1016/j.futures.2010.11.007
Shareable. (2018). Sharing Cities Activing the Urban Commons. (Sheareable, Ed.).
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